AL PRINCIPIO
I
RELACI0NES
DE LOS CIELOS Y LA TIERRA
Comentario Exegético.-
I:1 “Al principio creó Elohim a los cielos y a la tierra”.
“Al principio...”. Así comienzan las Sagradas Escrituras, el Antiguo Testamento, la Torá, el Pentateuco, B’reshit, el Génesis; así comienza también el Evangelio según el apóstol Juan en el Nuevo Testamento.[167]
Al comenzar la presente Relación con la expresión “Al principio...”, y seguirla con “...creó...”, antes del nombre genérico divino “Elohim”, podemos darnos cuenta de que la divina revelación se dirige al hombre apelando primeramente al testimonio divino mediante la naturaleza y las obras creadas. La condescendencia de Dios con el hombre caído, al cual ahora se dirige, si tenemos de antemano en cuenta la suma de la Palabra, hace que antes de comenzar con “Elohim” mismo, que es el verdadero Principio, comience con las primeras credenciales que conducirían a Él. Si hay creación y principio, ¿a Quién se deben? Por lo tanto, las expresiones “principio” y “creó” implican la tercera, (teomática divina), “Elohim”. Es lo que inspiradamente sostiene el apóstol Pablo en su epístola a los romanos: “... Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de Él, Su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Rom.1:19,20). Dios apela, pues, al entendimiento innato de los hombres.
“Al principio...” significa que antes de todas las cosas simplemente era Elohim, quien dio inicio a la existencia real de todas las cosas en el tiempo. También significa que Elohim dio comienzo al mismo tiempo de las cosas creadas. Antes, aparte de Elohim, no existía nada, ni el tiempo, sino tan solo la eternidad del mismo Elohim. Esto significa que Elohim es trascendente, anterior, superior y ulterior a todas las cosas; distinto esencialmente de todas ellas. Todo a Él se debe. Elohim es el origen y el sentido de todas las cosas. Esta revelación divina desautoriza, pues, toda hipótesis acerca de la eternidad de la materia; desautoriza también todo tipo de panteísmo; por lo tanto, también todo tipo de emanatismo o emanacionismo. Aquí quedan sentenciados desde un mismo principio el cabalismo, el hermetismo y el gnosticismo, tanto como el materialismo dialéctico y su abuelo, el idealismo absoluto[168]. Igualmente queda desautorizado el dualismo que pretende dos principios eternos: el del bien y el del mal, tan inmiscuido en las religiones orientales, etapa estratégica del satanismo, que al pretender diluir a Dios en el panteísmo y llamar al todo creado de “Dios”, luego asume el mal en ese todo como si fuera divino y expresado en Lucifer. Fue allí donde también tropezó Karl Gustav Jung[169]. Tal incorporación del mal incluido en el todo panteísta, ya había sido bien expresada en el Bagavad Gita del Mahabharata[170].
[167] Al igual que Moisés en Génesis, también el apóstol Juan en su evangelio comienza de la misma manera. El apóstol Juan, de todos los evangelistas canónicos, es el apóstol con mayor autoridad; es el tercero en la lista de los Doce apóstoles; en cambio Mateo es el séptimo en tal lista. Juan pertenecía al trío más íntimo del círculo apostólico de Jesucristo; y fue escogido por el Señor Jesús para sobrevivir como testigo apostólico ocular de Su gesta, más allá que los demás apóstoles fundadores. Marcos y Lucas no pertenecieron al grupo de los Doce. En su evangelio, Juan comienza desde la eternidad; en cambio Mateo apenas desde la genealogía de Jesucristo a partir de Abraham; Lucas desde Adam, y como Mateo, desde el nacimiento del Mesías; Marcos apenas desde Juan bautista. También, respecto del ministerio de Jesucristo, los tres evangelistas sinópticos comienzan desde Galilea; en cambio Juan retrocede hasta Judea. Mateo le presenta al Mesías como Rey, Marcos como Siervo, Lucas como el Hijo del Hombre; pero es principalmente Juan quien le presenta como el Divino Hijo de Dios. También Juan aclara y complementa acontecimientos, que con solo los Sinópticos permanecerían un poco confusos. Así, sobre su esquema se pueden entender mejor los otros testimonios, como es el caso, por ejemplo, del trienio del ministerio de Jesucristo. Por lo tanto, Juan debiera ser, no solo en lo cronológico, sino principalmente en lo temático, el primero en la lista de los evangelios y el primer libro del Nuevo Testamento. Es el evangelio de lo Interior que debe preceder a lo exterior. Compréndase, pues, porqué Juan comienza su evangelio (y el Nuevo Testamento) de la misma manera como Moisés comenzó el Génesis y el Antiguo Testamento. Juan es como el Arca del Pacto en el Lugar Santísimo, Mateo como el Altar del Incienso frente al velo, Marcos como la Mesa de los Panes de la Proposición, y Lucas como el Candelero, que en su Segundo Tratado (Hechos) trata de las iglesias. Marcos fue colaborador apostólico de Pedro a los de la Circuncisión, y de Pablo a los Gentiles; Lucas fue colaborador de Pablo a los Gentiles, siendo él mismo gentil; por lo tanto Lucas viene después de Marcos; además de que no conviene separar sus tratados. Esa es la razón por la que en una edición del Nuevo Testamento yo los ordenaría así: Juan, Mateo, Marcos, Lucas, Hechos, Santiago, 1 y 2 Pedro, 1, 2 y 3 Juan, Judas, Pablo (Gálatas, 1° y 2° Tesalonicenses, 1° y 2° Corintios, Romanos, Filipenses, Efesios, Colosenses, Filemón, Tito, 1° y 2° Timoteo), Hebreos, Apocalipsis. Antes que a Pablo es necesario colocar a los que fueron columnas antes que él (Jacobo, Cefas y Juan), y a quienes debería visitar Pablo por orden divina y exponerles en privado lo que predicaba. Igualmente, el orden de la colección paulina reconocida por Pedro (2Pd.3:15,16) es provechoso tenerlo en orden cronológico. Hebreos debe más bien atribuirse a Lucas, que pensaba como Pablo, por ser uno de sus compañeros más cercanos, pero escribía en koiné culto semejante al de las expresiones del Evangelio según Lucas y los Hechos de los Apóstoles. Éste último tratado termina con Pablo y Lucas en Roma, al igual que Hebreos, y según el testamento de Pablo (2° Timoteo 4:11) solo Lucas estaba con él. Por lo tanto, lo más probable es que el tratado (así llamado en Hb.13:22 gr.) Hebreos hubiera sido escrito por Lucas. Por su parte, Apocalipsis es el libro que culmina todas las Sagradas Escrituras; por lo tanto, su posición de cierre es la más conveniente. Téngase aquí presente que el ordenamiento de los libros del Nuevo Testamento no aparece siempre el mismo en sus diversas ediciones a lo largo de la historia según las diversas modalidades de la tradición. Conviene, pues, atender a los criterios cronológico y temático combinados, antes que al criterio oriental basado en la extensión, tal cual se da también desgraciadamente en el Korán, que no ordena los suras cronológica ni temáticamente, sino según su extensión, dificultando así la comprensión global.
[168] Recordemos que Karl Marx se basó en Feuerbach, y los dos en Hegel, quien a su vez aprendió de Christopher Besold en Tubingia.
[169] Karl Gustav Jung, Misterium Coniunctionis. No resulta, pues, extraño que, como lo sostiene William Schnoebelen, viejo satanista luego convertido al Cristianismo, en su obra Lucifer destronado, los satanistas inician a sus adeptos con las lecturas de Jung. No son exageradas las denuncias del Larouchismo (Las sectas satánicas que quieren destruir a la civilización occidental, de E. Hellenbroich), de los esposos Bobgan (Psicoherejía, el legado de C. G. Jung a la Iglesia), y de Richard Noll (El Culto Jung y Jung, el Cristo Ario), al respecto del ocultismo de Jung. Éste último se cobijaba bajo el nombre del gnóstico Basílides en sus “Siete sermones a los muertos”. Jung era adepto de Abraxas como de una deidad que incorporaba en sí al bien y al mal. El ex-satanista Eduardo Mastral, en su libro Hijo del fuego, relata como él mismo fue poseído por este príncipe demoníaco.
[170] A pesar de que exteriormente el texto parece desmerecer el mal, no obstante, en las implicaciones profundas de las palabras de Krishna a Arjuna, lo denunciado acontece.
---------------------------------------------
Gino Iafrancesco V., 2005 Bogotá D.C., Colombia. Este capítulo parcial pertenece al libro "Al Principio", primer toledot (2): exégesis.
Excelente la publicación.....
ResponderEliminar