jueves, 17 de febrero de 2011

EL TRASFONDO SAGRADO DE LA VERDADERA EPISTEMOLOGÍA


EL TRASFONDO SAGRADO DE 
LA VERDADERA EPISTEMOLOGÍA[1]



El científico, antes de ser científico, es ante todo hombre; y la integralidad humana prevalece sobre la especificidad cientista.  El conocimiento per se no es la meta suficiente del hombre, sino apenas una herramienta auxiliar del hombre en relación al resto de la integridad de su ser, de su sentido, de su destino y de su contexto íntegro.
La existencia de la voluntad en el hombre, del albedrío, de la responsabilidad, por ejemplo, condicionan el ámbito del cientismo humano.  El hombre conoce mediante su integridad y la totalidad de su experiencia, y no meramente mediante el análisis lógico.  El reduccionismo simplemente aísla algunos factores del resto de los demás y de la realidad e influencia de éstos en el contexto holístico.


El desinterés de Karl Popper por las cuestiones de hecho, y su énfasis sobre la justificación y validez de un enunciado,[2] olvidan los presupuestos subyacentes humanos que anteceden a la necesidad de los conceptos mismos de justificación y validez. ¿En base a qué pretende el hombre justificar o no, declarar válido o inválido un enunciado? ¿Acaso la lógica no descansa necesariamente en la ética?  No puede divorciarse la lógica de la ética, ni la ética de su razón de ser, ni de lo categórico de su mandato, en el lenguaje kantiano.[3]
La distinción popperiana entre la investigación lógica de los métodos y resultados de un examen meramente lógico, por un lado,  y el proceso de concepción de una idea equis, por otro, facilita la trampa de que la lógica pretenda poder desentenderse de la condición que estructura un enunciado; y así Karl Popper y sus seguidores reducen voluntariamente el campo del conocimiento de las evidencias de tipo esencial que se revelan en la necesidad de una concepción, y de tipo existencial que se revelan en el método y los instrumentos escogidos y en el edificio de la justificación conceptual.
Cuando la mera lógica, sin su sustrato ético y sin el sustrato necesario a la ética, pretende a motu propio y sin justificación, constituirse antropocéntrica y humanísticamente en árbitro que determina la validez de un enunciado antes de que éste se pueda sostener seriamente, está descalificando a priori e injustificadamen­te una gran cantidad de hechos dados.
Lo dado se impone a la lógica y la desafía; ésta no puede deshacerse de lo dado, sino que debe acatarlo seriamente en su integridad, no importa su índole ni su tipo.  La psicología de una concepción, y la esencia tras ella revelada, demandan el respeto de la lógica.  Neciamente se puede hablar de contrastaciones sistemáti­cas, si para esas contrastaciones se prescinde de la psicología de la concepción, y de la esencia tras ella revelada.
Ante la negativa de Karl Popper de aceptar la tarea de com­prender el proceso, y su razón de ser, de una reconstrucción racional, como si esto no perteneciese a la lógica del conocimiento, hemos de decir que a la lógica del conocimiento se antepone el requisito del conocimiento de la lógica y sus concomitancias.


Es el conocimiento de la lógica y sus concomitancias, parte de la materia propia de la epistemología; pues una lógica del conoci­miento sin el conocimiento de la lógica y sus concomitancias, no califica aún para una epistemología verdaderamente científica e integral, no reduccionista.  Y para que un conocimiento de la lógica y sus concomitancias sea tal, es imprescindible el acatamiento holístico a toda la realidad dada sin reduccionismos, y a las posibilidades de más allá.
Las tareas de la lógica, y las de la psicología empírica, junto con muchas otras, pertenecen todas conjuntamente a la integralidad humana y al verdadero conocimiento integrado.  Por esa razón, Bergson y Einstein hubieron de reconocer el ámbito al que llamaron intuición, y que Karl Popper considera un elemento irracional del que se puede independizar, pues opina que tal ámbito no es reconstruible lógicamente.  Y eso se debe a su definición de la lógica en vacío, sin su contexto integral humano.
Pero sería más ético y más científicamente integrado, integrar la intuición y la ética en el campo de la epistemología, de la teoría del conocimiento, pues todo lo dado requiere lógicamente una inclusión.  De otra manera el conocimiento no sería tal.  El ser reclama integración.  Es una falacia hablar de una lógica desvincu­lada del ser.  La lógica es una función concomitante del ser.  La lógica no se puede independizar del ser, ni el verdadero conoci­miento de la integración de la vida y de lo dado.
La “esquizofrenia” del divorcio Lógica-Realidad no conduce a una verdadera ciencia, sino a una confinación innecesaria, inconveniente, reduccionista, no ética, y por lo tanto inmoral y no realmente científica.  Es una huida culpable; el escondite de Adam.  Es apenas un capricho y una injusticia.  Equivale, digamos, a una ceguera voluntaria.
Las justificaciones finales de un proceso lógico descansan en un requerimiento ético, que a su vez revela una intuición que se hace certeza; lo cual, por su parte, revela uno u otro aspecto de la esencia de la naturaleza humana integral, y su contexto también integral.


La diferenciación de ciencia y tautología, no es simplemente lógica, sino también ética.  Los mismos procedimientos popperia­nos que Karl Popper quiere meramente deductivos, y en nada inductivos, revelan la psicología de una exigencia ética inductora que antecede como fiscal al examen lógico.  Si se reconoce su antecedencia, se percibirá que lo obligatorio de las deducciones revela un sustrato fideísta.  El celo se levantaría religiosamente contra un comportamiento no ético que desconozca injustificada­mente la lógica de los enunciados.
Es entonces cuando la conciencia y la responsabilidad se imponen a la lógica. O digámoslo mejor, se reconocen ineludible­mente hermanas, en nada independientes.  Su última esperanza de justicia es de carácter religioso.  Es entonces cuando lo sagrado se revela cual guardián inductivo de la lógica, de la ética, y de todo lo humano.  No sería posible la verdadera ciencia y la verdadera epistemología sin el trasfondo de lo sagrado.



[1]Escrito en la localidad de Teusaquillo, Bogotá, D. C. - Colombia, América del Sur, noviembre 2 del año 2000.
[2]Karl Popper, La Lógica de la Investigación Científica.
[3]Emanuel Kant: “Crítica de la razón práctica”.

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Gino Iafrancesco V., año 2000, Bogotá D.E., Colombia.

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